Palabras.
Miradas.
Gotas
que se deslizan
sobre la cara.
Labios
desviados.
Ojos
deformados.
Sudor
que aflora
entre las palmas
de las manos.
Odio
en la boca.
Rencor
en la mirada.
Hilos
teñidos de rojo
que rebosan
el caudal
del alma.
Oídos
sordos
de un día
con otro
que nunca acaba.
Dolor
de la noche
al alba.
Sonidos.
Como disparos.
Silbidos
como flechazos.
Notas
de melodías
envenenadas.
Sibilinos
mensajes al viento
que explotan
en una atmósfera
envenenada.
Lamentos.
Denuncias.
Reacciones.
Traiciones.
Corruptas fidelidades.
Cascadas de fanatismo
que no encuentran
una justa sentencia.
Trazos de filo
metálico
que rajan
carne y piel,
entran
en el tejido
de la impotencia...
Y no encuentra
la sentencia
que haga
que acabe
esta secuencia.
Gracias.
Por tus palabras.
Por tus miradas.
Por tu gota
de agua fresca.
Por tu alianza.
Por tu oxígeno.
Por tu aliento
de suave aire
para la calma.
Para la vida.
Para mi esencia.
Para mi esencia.
Para mi estancia.