Con los ojos cerrados,
con las manos abiertas,
se diluye el ardor de mi cabeza.
Con la espalda pegada al suelo
y la cara en este momento,
se contrae el sofocado aliento.
Con la mirada al cielo
y los talones en el suelo,
se dibujan los pasos del consuelo.
Con el corazón cubierto por la mano,
con la poesía disparando,
el desgarro del estómago
se va templando.
Con la soledad bien definida,
con parte del hielo derretido,
la vida se reivindica.
Atravesado por la energía
voy recuperando el sueño.
Voy recuperando un sueño.
Ahora que las noches pueden ser de ocho horas,
los días pueden ser del sol.
Ahora que circula el aire por las venas,
que las extremidades han vuelto al frío y al calor,
las noches no están en vela
y el día es menos dolor.
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