Al despertar de un nuevo día
las caricias de mil piedrecillas rojas
han entrado en las venas de mis dedos,
de mis piernas y mis brazos,
de mi pecho y de mis labios.
Al renacer de un nuevo sol
el roce de una pluma color azul
ha recorrido la piel de mi cuerpo,
mi espalda vértebra a vértebra,
mi cara pieza a pieza.
Al concluir el relato de mis sueños,
un caudal transparente de luz
ha inundado mi garganta,
mil pulmones y mis ojos.
Las caricias, el roce y el caudal
me han despertado.
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