Desde la humildad de ser sólo aquel sobrino;
desde el desconocimiento,
por estar lejos desde hace tiempo,
en el paisaje casi toda una vida;
desde la necesidad de conducir un sentimiento,
despídeme de ella.
Despídeme así, con mis palabras.
Brevemente,
como una deshilachada nota
más allá del fondo de este inicial desconcierto;
como una instantánea
en vuestras silenciosas citas,
háblale
de que sería imperdonable
olvidarnos de su robusta fuerza, ya vencida,
de su apreciada humanidad
y de su celosa vida oculta, dura,
y de su celosa vida oculta, dura,
de sus días.
Háblale de mis palabras
sin distraer su reposo,
sin romper vuestra soledad compartida.
Háblale cualquier día,
en un momento en el que necesites
seguir abriendo los recuerdos de la vida,
las sufridas vivencias de familia.
Cualquier día...
No sé... cualquier día
en el que le sea posible comprender
cuando la miras.
en el que le sea posible comprender
cuando la miras.
Cualquier día,
dentro de vuestra despedida,
háblale de mi preocupación por su duelo,
por su resistencia,
por la costosa ayuda que le das
en su inútil lucha,
por la costosa ayuda que le das
en su inútil lucha,
por vuestros últimos días.
Hablalé de que algo de ella
se cruzó en nuestras vidas,
de que algo de ella
ocurrió en mi vida.
O simplemente, cualquier día,
cuando la huída del dolor te lo permita,
dale un abrazo, dile "recuerdos",
piensa en nosotros mientras la miras.
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