Con este blog quiero completar la obra que inicié con "Contemplando el claro azul", que continuó con "Me acordé de ti" y "Recordé cuánto te gusta". Quiero con él comenzar el 2014 esperando que sea fructífero y que podáis disfrutar conmigo estos versos. Y ya vamos por el 2020.

miércoles, 17 de abril de 2019

27º. Concierto para piano y poeta.


El piano suena...
y sobre la arena
se contonean
las ramas de las palmeras.


Tras el oscuro cristal
que han elegido mis pupilas,
no es el ayer
el que me espera ahora,
sino la brisa,
la pista
que sigue
cada una de las teclas.

Bajo mi pecho crecido
por este sabroso aire,
me espera
la claridad del agua, 
la tranquila inquietud
que ya no anhelo,
pues está 
en cada una de las notas
que dibujan mi vuelo.

El piano suena
y tras la cristalera
las ramas de las palmeras
se contonean.



Tras el oscuro cristal
que ha contraído mis pupilas,
más que el sentimiento
de una balada,
navegan los sones del Caribe,
de una ilusión
que me hipnotiza,
de unas ideas
que ahora sí,
son luz 
y el son de la vida.
Suena...
el piano suena
y tras los cristales,
las ramas
han gastado su fuerza;
o quizás
ya se han parado,
se han rendido
a los sonidos de las cuerdas.




Y mientras suena,
sobre el mullido sillón
deslizan sus colores
emociones arcoiris
que se quedan 
a este lado del cristal;
como alocadas olas
bajo las alas
que revolotean
en el espacio
que han encontrado
sobre mí;
en su lugar,
en este mar
de armonía.


Suena...
suena el piano,
y a este lado de los cristales,
nada triste,
nada oscuro,
sino un paisaje
que del arco iris
ha tomado burbujas
que componen
una partitura multicolor.

Suena...
y sobre la arena
la paleta de colores
que maneja
diez dedos
repartidos
en ochenta y ocho
teclas.
Suena...
y sobre el banco de madera,
las palabras de una paleta
que maneja
la mina del poeta.






lunes, 1 de abril de 2019

26º. El deseo que impulsa la vida.


Como una asfixia relajada y húmeda
que evoca cantos de ribera.

Como la madre
que es la primera
y la penúltima estación.

Como un suspiro
robado al alma.

Como el dolor 
pegado al cuerpo
que desarma una vida,
con calma,
sin pausa.

Como el aire 
que se queda a las puertas
del agotado pulmón.

Como un ácido rencor 
que no cesa.

Como el trazo vertical
sobre la espalda
que busca ser horizonte
sobre el suelo.

Como la luz del alba eterno
que se vuelve a iluminar de este lado.

Como tú, como yo, como ella,
como el nuevo día
que dibuja  el pasado
sobre yeso y saco,
que abraza
el deseo que impulsa la vida,
que colorea 
un paisaje marmoleado
de pinturas y de amores.